viernes, 8 de marzo de 2019

Para mí, Día de la Dignidad


Cuando la persona es más importante que el género.





Cuando yo tenía 17 años, tuve un encuentro con la realidad descarnada, tal cual. En ese entonces yo laboraba en la tienda Disco Centro Héctor Rocca. Mi lugar de trabajo era la sede principal que se encontraba en Miraflores. Ahí tenía su oficina el Gerente General de la tienda de discos. 

Aún recuerdo con agradecimiento al Señor Rotalde, que así se apellidaba el gerente. Era un señor de buena familia, noble y respetado en la zona. Temido por sus trabajadores por su carácter firme. Esa era la imagen que yo tenía del señor Rotalde, hasta que un día sucedió lo que no debió suceder.

Había llegado de viaje, ya que no vivía al parecer en el Perú, el dueño de la tienda de discos. Y especialmente, para hacer el cambio de equipo de sonido de la tienda; el que existía ya estaba algo viejo.

Recuerdo estupefacto, porque así me encontraba yo y todos los demás, escuchando como el dueño contradecía cada cosa que alegaba el gerente, a tal punto, que en un momento dado el gerente general solo atinó a bajar la cabeza y decir a cada cosa que agregaba el dueño: «sí, señor; sí señor».

Ese día descubrí que existen dos tipos de personas en el Perú: los sumisos, que aceptan los abusos del resto y los grandes señores, que creen que la única ley que existe es la propia y que los demás tienen que aceptar todo lo que ellos dicen.

Hasta el día de hoy, veo esto en todas partes del Perú. El abuso no se da de hombres contra mujeres, ahí nos equivocamos. Se da, siempre, básicamente entre los que tienen el control y los que son dependientes de ese control. Entre los que están en una posición de fortaleza y los que están en una posición de debilidad. Y esto nada tiene que ver con géneros, ni sexos.

La persona que tenga el poder podrá usarlo en desmedro de los que no lo tienen. Sucede con las parejas (hombre+mujer) que abusan de nanas. De patrones que maltratan a sus peones en el ámbito de la construcción o en el agro. Y la lista sigue. La violencia de género no puede ser aislada de la violencia general que se da en todos los niveles de la sociedad y su solución no va por el lado de sanciones para los que abusan de las mujeres. Por el contrario, al no considerar el problema en toda su magnitud, esto llevará al fracaso de cualquier iniciativa noble al respecto. 

Miren bien, que nos están engañando. La violencia no cesa, sino que aumenta cada año.
 

 

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