Cuando la persona es más importante que el género.
Cuando yo
tenía 17 años, tuve un encuentro con la realidad descarnada, tal cual. En ese
entonces yo laboraba en la tienda Disco Centro Héctor Rocca. Mi lugar de
trabajo era la sede principal que se encontraba en Miraflores. Ahí tenía su
oficina el Gerente General de la tienda de discos.
Aún recuerdo
con agradecimiento al Señor Rotalde, que así se apellidaba el gerente. Era un
señor de buena familia, noble y respetado en la zona. Temido por sus
trabajadores por su carácter firme. Esa era la imagen que yo tenía del señor
Rotalde, hasta que un día sucedió lo que no debió suceder.
Había llegado
de viaje, ya que no vivía al parecer en el Perú, el dueño de la tienda de
discos. Y especialmente, para hacer el cambio de equipo de sonido de la tienda;
el que existía ya estaba algo viejo.
Recuerdo
estupefacto, porque así me encontraba yo y todos los demás, escuchando como el
dueño contradecía cada cosa que alegaba el gerente, a tal punto, que en un
momento dado el gerente general solo atinó a bajar la cabeza y decir a cada
cosa que agregaba el dueño: «sí, señor; sí señor».
Ese día
descubrí que existen dos tipos de personas en el Perú: los sumisos, que aceptan
los abusos del resto y los grandes señores, que creen que la única ley que
existe es la propia y que los demás tienen que aceptar todo lo que ellos dicen.
Hasta el día
de hoy, veo esto en todas partes del Perú. El abuso no se da de hombres contra
mujeres, ahí nos equivocamos. Se da, siempre, básicamente entre los que tienen
el control y los que son dependientes de ese control. Entre los que están en
una posición de fortaleza y los que están en una posición de debilidad. Y esto
nada tiene que ver con géneros, ni sexos.
La persona
que tenga el poder podrá usarlo en desmedro de los que no lo tienen. Sucede con
las parejas (hombre+mujer) que abusan de nanas. De patrones que maltratan a sus
peones en el ámbito de la construcción o en el agro. Y la lista sigue. La violencia
de género no puede ser aislada de la violencia general que se da en todos los
niveles de la sociedad y su solución no va por el lado de sanciones para los
que abusan de las mujeres. Por el contrario, al no considerar el problema en
toda su magnitud, esto llevará al fracaso de cualquier iniciativa noble al
respecto.
Miren bien,
que nos están engañando. La violencia no cesa, sino que aumenta cada año.
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